La adultez mayor es una suerte de viudez.
Hoy he estado con esa idea.
Afuera hace frío. El cielo está encapotado gris. El mar está a escasos metros; es como llegar al polo a pesar que en la escuela aprendimos que en octubre en el hemisferio sur es primavera.
En estos años del siglo XXI hemos tenido que revisar lo aprendido.
A los adultos mayores nos queda, además de toneladas de recuerdos, dar gracias por estar sanos, poder tener un techo y abrigo, mirar hacia fuera y contemplar el cielo y el paisaje. Fíjate, con qué poco podemos ser felices en tiempos que el consumo devora seres.
Este tiempo viene y se presenta con tanto ruido feroz que, al momento de ponerme a escribir y divagar recupero la sensatez como para seguir dando gracias.
Aún en esa viudez que hoy se me ha ocurrido como definición de la adultez mayor, donde vamos perdiendo físicamente muchas cosas; contactos, actividades, amistades, familiares, y hasta pertenencias materiales, ¡hay que dar gracias!
Ya sé; ganamos otras cosas; situaciones, vivencias…
Así da gusto...
Acomodarse a nuevos paradigmas no es sencillo. Estamos viviendo un nivel de exigencias exacerbado que no hace otra cosa que dividirnos, provocar confrontaciones y generar frustraciones.
Lo viejo es chatarra. Esto hace rato.
La negación al dolor y el exceso de positivismo es caldo de cultivo para la era del individualismo y narcisismo, tal la época actual. El "Yo puedo", "se feliz", deja atrás a un ser humano sensitivo, real; lo condiciona al éxito y a que todo lo puede. Nadie y menos aún el adulto mayor tiene cabida en "un todo se puede".
Definitivamente, no todo se puede!
¿Cómo será mañana?; ¡Quién sabe!
Nos vamos quedando con nosotros mismos…
El ejercicio imperiosamente necesario es mantener la lucidez y el sentido de la vida.
Ellos se abrazan.
Béjar; mayo 2019
Gracias por seguir “mis locos pensamientos”.
Frente a la “locura” de otros, la mía, tan distinta a la de ayer, al menos se llama “gracias a la vida”.
G.B