Esas conmemoraciones evidencian la trascendencia de la vida, la memoria y el rescate de la historia.
Desde la “Revolución de la Información” las fechas conmemorativas fueron incrementando “EL DÍA DE…”; el año se colmó de un sinnúmero significativo de celebraciones sumándose a los onomásticos milenarios.
Pero ya en la era antes de Cristo, los griegos festejaban más que ninguna otra civilización. Sus fiestas contribuían a exaltar los sentimientos religiosos, el patriotismo y la fe en los dioses. Sólo la guerra podía suspender los homenajes.
En la modernidad, los cambios sociales, la comunicación masiva, las luchas por la conquistas de derechos, la relevancia de sucesos trajeron más y más fechas conmemorativas.
La revolución tecnológica hizo lo suyo.
El listado es infinito: “El Día Internacional del Medio Ambiente”; “El Día Internacional del Inmigrante”; “El Día Internacional de la Música”; “El Día Internacional de los Derechos Humanos”; “El Día Internacional del Cáncer de Mama”; “El Día de la Raza” (éste no debería existir para evitar la discriminación racial); “El Día de los Difuntos”. Es aquí donde me quiero detener hoy.
Cada 2 de noviembre se celebra el “El Día de los Difuntos”; pareciera que lo simbólico lo hubiese coordinado; cada 31 de Octubre Halloween echa a andar a las “brujas” y calabazas. Si existe una imagen de la muerte, esa es justamente la que nos muestra Halloween.
Halloween es la víspera de “Todos los Santos”. En los diferentes países se conmemora según sus raíces, historia y creencias.
Detrás de Halloween se esconden más de tres mil años de historia, habiendo nacido en Irlanda como fiesta pagana de los Celtas.
Inmigrantes irlandeses llevaron con ellos en los años 20 esta tradición a los Estados Unidos y Canadá. Luego se extendió por el resto de América; siendo hoy un festín para grandes y chicos.
Halloween: “Las puertas del más allá se abren para que los difuntos visiten el mundo de los vivos.”
En cambio, durante “EL DÍA DE LOS DIFUNTOS” de cada 2 de Noviembre, los vivos (“visitan a los muertos”) recuerdan de diversas maneras a sus seres queridos que yacen según creencias y fe.
Al menos en el mundo occidental, los vivos concurren a las Necrópolis a depositar flores como ofrendas. Es un día silencioso. Se respira respeto. El mismo que en otras latitudes, como en México el ceremonial es completamente diferente. Es una fecha que para comprender el sentimiento mexicano por ese día, hay que vivirla.
Es uno de los días más tradicionales del país donde los vivos se preparan para convivir con sus muertos. Dicha tradición existe desde la época anterior a la colonización. Su relevancia hizo que fuese declarada por la UNESCO en el 2003 PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD.
Cada familia mexicana no sólo reza o visita las necrópolis sino que además prepara una serie de platos, roscas, panes, bebidas para servir como ofrendas y luego degustarlas en el propio hogar.
Cortesía de Alvaro Rivas.
Es un día en que México se viste de mayor colorido. Es una verdadera celebración con alegría. El simbolismo se apodera de calles, avenidas y mercados; así como también en cada casa, donde no faltará la famosa tortilla o rosca.
La historia y características de esta arraigada celebración es tan rica y disímil como Estados conforman ese inmenso país; como así también en el resto de naciones latinoamericanas.
Algunas, sobre todo, andinas, conservan cultos pre hispánicos y otras, como es el caso de nuestro país (Uruguay) mantienen el rito cristiano.
“Si la muerte o -el más allá- la podemos mirar como parte de la vida, ésta se re significará hacia su grandeza en plenitud.”
G.B
Derechos Reservados.
DD.RR
Homenaje a mis seres queridos.
https://youtu.be/mGQLXRTl3Z0
