"Las Fiestas tradicionales" así ligera y generalmente denominadas: Nochebuena, Navidad, Fin de Año y Año Nuevo, fueron para mí siempre una movilización de contradicciones. De niña no comprendía la razón de celebrar con comidas especiales, máxime, a excepción del cordero a la parrilla, casi un rito en manos de mi padre que, rodeando el fuego con una copita y mate se hacía una verdadera velada espiritual con su conversación y cariño. Estando nosotros, los uruguayos en plena estación estival, no encajaban en mi mente, pero sí en el paladar, los turrones, pan dulce, y toda la carga de calorías propias de las tierras de Santa Claus donde allí sí ameritan para sortear las gélidas temperaturas y cruzar caminos entre carreteras y bosques nevados. Pero nosotros?
Con esa imposición tradicional sin que nadie, ni siquiera la mínima formación teológica y religiosa pudo sacarme la duda, continué creciendo.
Mi sentir siempre se dirigía a lo que sí aprendí: Celebrar el nacimiento de Jesús.
Por qué? Tan importante cómo la gran razón de nuestra civilización. Porque más allá de la creencia dogmática, de la fé o hasta del propio ateísmo, Jesucristo cambió la Historia de la Humanidad. El Cristianismo vino para decirle al Hombre para qué estamos en este mundo y cuál debe ser el camino en nuestro libre albedrío. Es el renacer del Hombre.
He aquí que el ser humano en algunos casos se aparta de su verdadera esencia y se gana de fallas, errores y acciones desastrosas. La codicia, la ambición, la maldad, es propia de las criaturas mortales; somos los únicos animales despiadados con poder de razón. De esta manera la lucha del mal y el bien es tan vieja e intrínseca a la especie humana, como desde su creación.
La persistencia de mis dudas, buscando aquel significado cristiano me llevó un día, ya cuando la familia por destino fue siendo menos numerosa proponer concurrir a la Celebración conocida como "Misa de Gallo". Recuerdo hasta hoy mi paz; aquél momento en la Catedral de Montevideo con cánticos, armonía y oración. Allí estaba el sentido; el encuentro con lo más profundo; con el amor. -"Denos la mano"!. El otro, un hermano. Eso es exactamente!
Eso que en esta post modernidad está algo olvidado.
Hoy, en este 2020 volví a tener la confluencia de la duda. Qué festejamos? Por qué hay qué reunirse más allá de los nuestros? Por qué ante tanto dolor sobre la tierra pululan fuegos artificiales, espumosos champagnes en una descomunal abundancia en tiempos de desempleo, hambre, penurias, guerras y ahora Pandemia con millones de personas muertas?
Acaso no ha llegado el tiempo de otorgarle a la NAVIDAD el lugar y significado verdadero?
El Hombre se ha alejado tanto de su propia razón de ser que tal vez, el aislamiento y limitaciones al que hoy nos debemos para preservar la vida, ha llegado para centrarnos en lo trascendente, en lo que realmente es importante. Tal vez sea la fuerza suprema (para cada uno tendrá un nombre) la que nos esté llamando a rescatar el potencial constructivo de nuestra especie. Tal vez era necesario a pesar del altísimo costo.
Llegamos a una nueva NOCHEBUENA y otra NAVIDAD.
Mi corazón me dice que no hay mejor celebración que dar gracias por la vida, por contar con seres que queremos y nos quieren, por cada mano extendida, por tener sensibilidad frente al que sufre, por no perder el criterio ni la razón, por estar lúcido, por gozar con las pequeñas cosas, por emocionarnos con una sinfonía, una flor, una palabra.
Doy gracias por haber dado luz de vida, por la hija que traje al mundo, por los viejos y nuevos amigos; por ser y estar. Por buscar siempre mejorar como persona.
Ponle el nombre que te dicte tu fe; hoy comprendo, ya mayor pero nunca tarde, que la NAVIDAD es la celebración de la vida: "Amaos los unos a los otros" y como dijo Jesús: -"Padre, perdonadlos".
Basta un bocado en la mesa con los seres queridos para decir GRACIAS!! En la sencillez está el verdadero sentido para llegar a nuestra esencia humana.
Y si hoy no podemos estar físicamente juntos con nuestros hijos, hermanos, padres; lo estaremos desde el alma, donde está la mayor profundidad de espíritu de amor y comprensión.
Entonces sí, desde lo profundo digo: FELIZ NAVIDAD! QUÉ EL AMOR ESTÉ ENTRE NOSOTROS COMO EL PILAR DE NUESTRAS VIDAS.
Y ahora ya viene llegando un NUEVO AÑO!
Un 2021 que podemos, sin temor a equivocarnos ni pecar de pesimistas ni dramáticos, que nuevamente nos pondrá a prueba.
Fortaleza, entereza, paciencia,
solidaridad, humanismo y
responsabilidad deberán constituir los sustantivos y valores que nos asistan.
Hasta la próxima!!